miércoles, 31 de julio de 2013

Podrían caerse muchas jubilaciones que se hicieron por moratoria previsional

"Si otorgaron dos millones y medio de jubilaciones a personas que no tenían aportes, se puede caer un millón", exageró un abogado que explicó los trucos utilizados para conseguir el beneficio jubilatorio en el marco previsional, asegurando, por supuesto, que él nunca había hecho uso de esa clase de artimañas, pero sí otros colegas a los que declinó identificar.

La tramitación de las jubilaciones sin aportes, permitiendo a los aspirantes a jubilados "comprar" esos años en los que o no se trabajó o los patrones no cumplieron con las leyes previsionales, fue un filón importante para abogados que se especializaron en el tema previsional, el que se agotó cuando las autoridades de Anses detectaron la maniobra más habitual para trampear al sistema.

Cuando eso ocurrió, ya innumerables hombres y mujeres habían conseguido una jubilación que casi seguramente merecían pero no podían cumplir todos los requisitos legales para obtenerla. Ahora está cundiendo lentamente una alarma a partir de la certeza de que se suspendieron jubilaciones que se venían pagando desde hacía nada menos que tres años, lo que hizo suponer a más de un abogado que se le puede venir encima una catarata de reclamos de clientes con los que ya creían haber terminado la relación tras llegar a buen puerto el pedido de jubilación.

Para entender lo que está ocurriendo, es preciso hacerse una idea de lo que es la moratoria previsional que le permitió jubilarse a nada menos que dos millones y medio de personas.

Simplifiquemos: para jubilarse hacen falta 30 años de aportes y tener 65 años los hombres y 60 las mujeres. Si un trabajador no tiene ningún aporte, puede hacerlos desde el día en que cumplió 18 años hasta el 30 de septiembre de 1993.

Un hombre que nació en 1948 llegó a la mayoría de edad en 1966. Supongamos que no tiene ningún aporte. La moratoria le permite hacer aportes desde 1966 hasta 1993, con lo que tendría 27 años solucionados pero le quedarían tres en el aire.

Hasta 2011, año en que la Anses extremó sus controles, los abogados previsionales utilizaban un truco sencillo, al menos en el caso de las mujeres: le inventaban un trabajo en el servicio doméstico y pagaban los aportes que faltaban por ese rubro.

El pago se hacía en la AFIP y, como es lógico, en el organismo fiscal no le ponían ninguna traba a quien venía a pagarles. Con el comprobante del pago, se tramitaba la jubilación en Anses y si no se hacía ningún control, se conseguía el beneficio después de unos meses.

Pero cuando se hicieron controles, la maniobra dejó de servir.

¿Cómo se controlaba? Se enviaban inspectores a entrevistar a quien figuraba como dador de trabajo. Allí se detectó, por ejemplo, que había personas que habían tenido decenas de personas empleadas como domésticas, lo que resultaba un tanto extraño teniendo en cuenta las modestas dimensiones de la vivienda con la que se encontraban casi siempre los inspectores.

Era una pequeña trampa tan habitual que en general los abogados no se preocupaban demasiado por disimularla y por eso solían usar casi siempre a la misma persona como supuesto dador de trabajo. Claro que también los inspectores de Anses se encontraron a menores de edad como presuntos empleadores.

Hay otras anécdotas que revelan la idiosincrasia nacional. También se les preguntaba a los vecinos si en la casa de tal habían visto trabajar a, por ejemplo, la señora María.

Como los vecinos casi siempre suponían que a la persona que vivía al lado de su casa se le venía encima un juicio laboral, siempre contestaban que no, que ellos no sabían nada. La consecuencia era otro pedido de jubilación denegado.

En ese momento más de un abogado se quedó sin un negocio muy rentable y tal vez con la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza de alguna futura sanción por mala praxis.

Pero pasar un par de años sin grandes novedades y todos se fueron tranquilizando. Pero ya comenzaron a llegar informaciones sobre jubilaciones con pagos suspendidos y en más de un corazón comienza a surgir cierta intranquilidad.

Y en las personas que abruptamente se quedan sin un ingreso módico, pero para ellos quizá esenciales llega un estado muy parecido a la desesperación. Hay cuotas en riesgo cierto de mora definitiva, víveres que ya no se pueden comprar y tal vez el retorno del fantasma de una indigencia a la que se creía definitivamente desaparecida.

Por el impacto social que tendría una caída masiva de beneficios jubilatorios, ninguno de los que está enterado de esta situación supone que Anses dejará de pagar decenas o quizá cientos de miles de jubilaciones que se hicieron gracias a los aportes del servicio doméstico, pero todavía no saben si eso es una certeza o una mera expresión de deseos.

Saben que si Anses revisa absolutamente todos los trámites de jubilaciones sin aportes realizados hasta 2011 se van a encontrar con la confirmación de las sospechas, ¿pero se pueden anular así por que sí miles de pagos jubilatorios?

Y si lo hacen, es muy probable que apunten los cañones contra los abogados que ejecutaron la maniobra. En privado, se sostiene que nadie ignoraba el truco, que todos lo admitían para sortear una traba que consideraban más burocrática que justa, con esa propensión indisoluble del ser nacional de que las normas están para ser violadas mediante la astucia.

Claro que ante un tribunal esos argumentos no se pueden utilizar. Hay otro aspecto de esta cuestión: una jubilación que se pagó durante tres años bien puede ser considerada un derecho adquirido y eso puede ser también reclamado judicialmente.

Por ejemplo, un beneficio jubilatorio ahora suspendido fue otorgado en febrero de 2010, hace tres años. Ahora ese trámite pasó de la oficina de Coordinación de Seguimiento de Modificaciones y Bajas a la de Coordinación de Recuperos Extrajudiciales de Anses, lo que supone que se detectaron vicios en la tramitación.

Pero la beneficiaria cobró durante tres años, ajustó su vida con el nuevo ingreso y ahora se lo quitan, lo que no suena del todo justo, especialmente porque es muy probable que haya trabajado mucho tiempo como doméstica, aunque ninguno de quienes fueron sus patrones figure en las planillas de su trámite ante Anses.

En verdad, la situación no parece fácil ni para el organismo previsional ni para los abogados que llevaron adelante los trámites dudosos y los firmaron. Y, por supuesto, es mucho menos fácil para quienes pueden quedarse nuevamente sin jubilación y con la pobreza de siempre.

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